Experiencias, juventud y revolución

Por Rodrigo Pincheira A.
Periodista, musicólogo y académico.
Presentación en la Escuela de Verano UdeC 2025, Encuentros, Diálogos, Presencias.



Habrá que celebrar la porfía del académico e investigador Danny Monsalve. Hace unas pocas semanas presentamos Concepción en la historia reciente Volumen II: los años de la dictadura cívico-militar de Pinochet (1973-1990).

Esa tenacidad vuelve con este nuevo estudio acerca de las izquierdas en Concepción, una investigación situada, que como sabemos se caracteriza por producir conocimiento en y con la participación de los sectores populares, propiciar prácticas emancipadoras, generar metodologías dialógicas, participativas, colaborativas y multidimensionales y de algún modo recuperar la significancia teórica y metodológica del concepto de vida cotidiana.

Dividido en siete capítulos con un marco temporal que va desde la Guerra Fría (año 1952) hasta el martes 11 de septiembre de 1973, 21 años para ser precisos, aunque el autor prefiere un recorte temporal que denomina los largos años sesenta (1959-1973), cuya clave local, lo hace aún más subjetivo y situado, no exento de prejuicios o miradas donde el sujeto o los sujetos investigados están condicionados por experiencias sociales, política y partidarias. 

Quizás esa escala local es la que permite romper, como se señala en el prólogo, ciertas reducciones geográficas o el exceso de centralismo. Estamos claros que aquí hay un relato descentrado donde el foco no gira en torno a un único personaje, evento o lugar centralizado. La atención está en múltiples perspectivas, situaciones o voces, permitiendo que el lector construya un significado a partir de los fragmentos ofrecidos. Una historia contada desde el punto de vista de varios personajes, espacios y lugares diferentes, aunque la Universidad de Concepción a ratos se vuelve hegemónica. Esta estrategia metodológica permite discutir y tensionar las narrativas hasta ahora dominantes, que intentaban explicar lo sucedido desde y por Santiago. Monsalve salta con éxito esa lógica.

Más aún. El autor construye una cartografía de localidades aún más pequeñas, rompiendo en parte la centralidad de Concepción, frente a comunas como Penco, Lota, Coronel, Lirquén o el mismo Talcahuano, por ejemplo.

¿Cuál es la principal fuente utiliza en este libro? 37 entrevistas a dirigentes de la izquierda de Concepción, militantes del MIR y dirigentes sindicales de la Central Unica de Trabajadores, CUT.

Según el historiador Peter Bourke, se trataría de la utilización, por una parte, de la heteroglosia concepto del teórico ruso Mijaíl Bajtín donde encontramos una pluralidad de voces, entre el narrador, en este caso el historiador, los personajes y las descripciones, cada uno con su propia perspectiva, lenguaje y posición ideológica. Hay también cierta tensión dialógica, en que no solo hay muchas voces, si no que estas interactúan, dialogan y a menudo están en tensión o contradicción unas con otras. En un contexto más amplio, se manifiesta en cómo los diferentes discursos coexisten y se influyen mutuamente en la vida social.

Por otra parte, Monsálvez no analiza en detalle el lenguaje que en este caso ni en ninguno no es neutral ni estático. Cada palabra y cada discurso cargan consigo las huellas de su contexto histórico, cultural e ideológico. En esta categoría es relevante la diversidad de fuentes como documentos oficiales, relatos orales, diarios personales, propaganda, literatura, arte, etc.), que aportan discursos distintos y, a menudo, contradictorios. Cuyo horizonte es proponer no una única verdad histórica, sino una variedad de narrativas que interactúan y compiten.

La heteroglosia histórica también puede verse en cómo diferentes épocas dialogan entre sí. Por ejemplo, los valores y preocupaciones del presente influyen en cómo se interpretan los hechos del pasado, y a su vez, esas interpretaciones influyen en la construcción de identidades actuales. Así, es posible con estos datos, que son testimonios para debatir, reinterpretar y escribir sobre los mismos hechos de maneras diferentes, dependiendo de sus enfoques teóricos. Finalmente contribuir a la inclusión de voces marginadas en el estudio de la historia reciente con foco en lo local, fomentar una visión más compleja y rica del pasado y la construcción de identidades plurales más inclusivas, respetando las diferencias culturales, sociales y obviamente políticas. Sin embargo, hay aquí un desafío mayor para el futuro. La inclusión de otros protagonistas, especialmente del mundo popular, del militante de base, para romper también la propia hegemonía ejercida por la Universidad de Concepción que, como sabemos, constituye un centro intelectual, ilustrado y representativo de una parte del devenir histórico.

Monsálvez apela también a la memoria, que en este caso es en plural. Memorias. Dispositivo que nos permite conocer la participación, compromiso político, creación de redes, que, desde lo ideológico, articularon un movimiento único en un territorio irrepetible y epocal, cuyas reverberancias aún persisten como señales de lo real, lo imaginario y lo simbólico en la historia de la Universidad de Concepción, de la ciudad, del país y de América Latina. Explosión de las rebeldías en un tiempo de cambios urgentes, destellos, malestares y posibles construcciones de futuro.

Hay un rayo que cruza el libro. La llamada melancolía de izquierda, término popularizado por el crítico literario y filósofo alemán Walter Benjamin, quien en un ensayo breve sobre Erich Kästner y la poesía de la República de Weimar (1931) criticó a ciertos intelectuales de izquierda que se aferraban a ideales del pasado de manera estéril, incapaces de actuar frente a los problemas políticos y sociales del presente. Un cierto apego narcisista a un «ideal perdido», lo que impedía la acción política efectiva, cierto desencanto y desilusión o parálisis frente a la realidad actual, en la que las fuerzas de izquierda parecen fragmentadas, debilitadas o cooptadas. Como sabemos, la melancolía de izquierda ha sido revisitada por Enzo Traverso, autor citado en este texto y que Monsálvez de modo crítico lo utiliza como parte de las memorias y también para sacar lecciones del pasado y reinventar las luchas políticas en el presente. Una herramienta que permita leer los fracasos históricos y abrir nuevos horizontes para el cambio social. También, y es uno de los capítulos más atrapantes, es la descripción y el análisis de las diversas posiciones al interior de los partidos de izquierda de aquel entonces en Concepción. Ciertamente devela procesos complejos, de debate y urgencias, muchas de ellas no resueltas y que forman parte también de cierta narrativa mítica o romantizada. En este mismo campo, Monsálvez devela y deconstruye el relato acerca del imaginario del guerrillero que enfrentaría el Golpe de Estado y los arsenales del pueblo alzado en armas frente al Ejército chileno. Lo segundo eran fuegos de artificio. En lo primero, Miguel Enríquez, es también discutido en el texto por el mesianismo de la frase “El Mir no se asila”. 

Hay algo que el profesor Monsálvez tal vez ignora. La relación entre historia y literatura tan bien desarrollada por el historiador y académico francés Ivan Jablonka en su magnífico libro La historia es una literatura contemporánea publicado en el 2014.  Hay partes del libro de Monsálvez en que el modo en que están contados los hechos adquieren una forma narrativa, y se convierte en una herramienta para reconstruir las vidas del pasado. Algunos historiadores más conservadores han argumentado que el estilo de Jablonka, al mezclar elementos de ensayo literario, autobiografía y narrativa histórica, podría desdibujar los límites entre ficción y realidad. El académico francés, y se lo paso a Danny, ha dicho que la narración y el uso de recursos literarios no implica una falta de rigor académico; más bien, enriquece la manera en que el pasado se comunica al presente. Monsálvez al igual que Jablonka aceptan que el historiador no es completamente neutral ni objetivo; que todo trabajo histórico incluye una perspectiva subjetiva y una selección de fuentes. Reconocer esta subjetividad y explorarla abiertamente no es un defecto, sino una fortaleza metodológica que humaniza el relato histórico, puede ser una renovación en el campo de la historia al utilizar elementos literarios y éticos. No disminuye la precisión ni el rigor, sino que hace la historia más relevante y accesible.

Finalmente, creo entender Universidad y revolución como un texto inmerso en la historia de la experiencia. A partir de los años 1980, el «giro cultural» en la historiografía llevó a un interés por las narrativas, representaciones y subjetividades, sentando las bases para el estudio de la experiencia como categoría histórica. Este enfoque destacó que las experiencias humanas no son puramente individuales, sino que están mediadas por el lenguaje, la cultura y el contexto histórico. Autores como Barbara Rosenwein, William Reddy y Mark Smith han enriquecido la historia de la experiencia, analizando cómo las emociones, los sentidos y las percepciones moldean la manera en que los individuos experimentan su mundo.

Que aquí hace sentido en Memoria y narrativas, es decir cómo las experiencias individuales y colectivas se recuerdan, narran y transmiten a través del tiempo. Y, por otra parte, el modo en que los grandes cambios históricos (como la modernización, la industrialización o la globalización) se han experimentado a nivel personal. De este modo, Monsálvez construye una cierta humanización del pasado tratando de entender cómo los grandes procesos históricos afectaron a las personas en sus vidas cotidianas, haciendo la historia más accesible y relevante. El texto ofrece una comprensión más rica y compleja del pasado.

Este libro es un gran sensorium que forma parte de una trama mayor acerca de la historia reciente de Concepción. Tal vez desde aquella sentencia que “la historia es siempre una historia del presente”, como esa genealogía de la que hablaba Foucault y la que ha escrito Danny Monsálvez Araneda.

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