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La Reforma Universitaria de 1968 en la Universidad de Concepción fue un proceso que no solo implicó la reestructuración de los aspectos institucionales y formativos de la casa de estudios, también permitió visibilizar las confrontaciones y debates más interesantes de aquellos años, a través de la disputa ideológica, política y cultural entre los diversos sectores que convivían al interior de la universidad. Quizás este sea uno de los elementos centrales y más importantes de la reforma. Sin restarle méritos al avance en materia de participación, con el derecho a voto de los estudiantes y personal no docente, la disputa por el poder, traducida en quién lograba ejercer hegemonía al interior de la Universidad, fue sin duda una de las variables que con mayor fuerza movilizó a los diversos actores y grupos que convivían en la casa de estudios. Allí era posible de identificar a los reformistas, revolucionarios, masones y cristianos. Los primeros, partidarios de una reforma desde una perspectiva academicista, abriendo canales y espacios de participación a los alumnos y personal no docente. Sin embargo, la Universidad no debía perder su esencia de ser un espacio pluralista y diverso para la reflexión y el trabajo académico; por lo tanto, debía estar alejada de cualquier “instrumentalización” o “utilización” político-partidista. El sector revolucionario estaba representado por el Movimiento Universitario de Izquierda – Movimiento de Izquierda Revolucionario, sectores del socialismo y la Federación de Estudiantes, quienes impulsaban una Universidad al servicio de un proceso revolucionario. Es decir, “… la Universidad, tendrá que, por un lado, dejar de estar al servicio del régimen capitalista, esto es, producir ideólogos, profesionales técnicos, etc., que consoliden el régimen y pasar al servicio de obreros y campesinos, del régimen socialista”, teniendo como objetivo central el cogobierno universitario, o sea, “la dirección tripartita de la Universidad por estudiantes, profesores y egresados”. Un tercer grupo lo constituía la masonería, la cual desde la fundación de la Universidad había hecho sentir su peso por medio de su influencia en la designación o nombramiento de autoridades, además de impregnar a la institución de un espíritu laico, racionalista y científico. Este sector será criticado de manera transversal: se le acusa de ejercer un control (encubierto) en la Universidad, incluso con una actitud sectaria con aquellos que se sitúan en posiciones distintas o críticas. Por último, situamos a los cristianos, con vínculos con la Democracia Cristiana, la Iglesia Católica y la Parroquia Universitaria. Estos buscaban mermar la hegemonía de la masonería en la Universidad y de la izquierda marxista en el movimiento estudiantil.
HOJEA LA MUESTRA:
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