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El 12 de agosto de 1986 se constituyó formalmente la Federación Gremial de Académicos de la Universidad de Concepción. En un acto realizado en el Colegio Médico, se congregaron las siete asociaciones de académicos existentes a la fecha: Ingeniería, Ciencias, Ciencias Biológicas y Recursos Naturales, Medicina, Educación, Humanidades y Arte, Ciencias Agropecuarias y Forestales; y Sede Los Ángeles.
La institucionalización de la Federación Gremial no era un simple acto de voluntarismo o de unión para sumar apoyos. Tras aquella determinación existían profundas convicciones y valores. La creación de una Federación Gremial constituía la mejor expresión de maduración política, académica e intelectual que habían experimentado los académicos organizados por Facultad. La unión, el compañerismo, la solidaridad, el sentido de empatía entre ellos, el trabajo colaborativo, en equipo y la defensa de la universidad se habían convertido en algunas de la principales ideas fuerza que movilizaron a estos docentes en tiempos de dictadura. La universidad y la sociedad penquista están en deuda con ellos.
Lo que vino de ahí en adelante fue la insistencia ante académicos, decanos y rectoría para demandar la elección de autoridades y terminar con la designación de éstas, tras 13 años de intervención militar en la universidad.
“En ese contexto, las antiguas desavenencias entre masones y cristianos quedaron relegadas a un segundo plano, siendo el punto central el cómo hacer frente a un régimen que reprimía, conculcaba libertades y violaba sistemáticamente los derechos humanos. De ahí, entonces, que no existiera cabida para segundas lecturas, controversias o pequeñas disputas de poder. Lo central –más allá de las diferencias– fue confluir en un objetivo común: recuperar la universidad para los universitarios, poner fin de los rectores delegados, la defensa de los derechos humanos y luchar por el retorno a la democracia en Chile. Y en ese terreno, lo primordial no será si se es masón, cristiano, creyente, ateo, laico, comunista o socialista, lo que importó fue la defensa de la dignidad humana, luchar por la organización y participación al interior de la universidad, la defensa del quehacer académico y el rechazo a la violencia institucional de la dictadura.
De esta forma, cada uno de quienes dieron vida a las asociaciones de académicos universitarios dejó de lado sus aspiraciones personales, sensibilidades políticas o valóricas, para asumir un compromiso ético, colectivo y transversal en pos de defender la universidad como espacio de libertad y aquello se tradujo en enfrentarse académica y políticamente, no sólo a las autoridades de la época (Rectores-Delegados), sino también con aquellos académicos partidarios del régimen”.
HOJEA LA MUESTRA:
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